domingo, 12 de enero de 2014

Ejercicio de creación literaria 2

LA LÁMPARA

Toda esta historia empezó cuando paseábamos por nuestro barrio un sábado por la mañana.
Acabábamos de desayunar en el bar de la esquina, ese que nos gusta tanto a Paula y a mí  y, de pronto, la vio. Era su lámpara preferida, la que siempre había soñado y con la que llevaba dos años insistiendo en que se la comprara. Los mismos dos años en que nuestra relación, después de cinco años de noviazgo y tres viviendo juntos, se encontraba en la cuerda floja.
Yo no se la había comprado porque me parecía horrible y, además, no pegaba nada con el estilo de casa que habíamos construido. Se trataba de una lámpara con cristalitos de colores: verde, azul, amarillo; de estilo champiñón y que se encendía presionando levemente la cabeza con tres niveles de luz y uno de apagado.
La cuestión es que el importe era bajísimo, 10 euros. La lámpara se encontraba en liquidación por llevar tantos años allí (lógico que nadie la quisiera) y el tendero estaba harto de verla. De este modo, no pude evitar comprársela y nos fuimos corriendo a casa porque Paula estaba deseando estrenarla.
Mientras yo veía la televisión, Paula la colocó en su mesita de noche y me llamó muy amorosamente para que subiera a verla. Yo tardé un poco en reaccionar porque la lámpara en sí me era indiferente pero, cuando entré en la habitación, me encontré a Paula tumbada en la cama, con su nueva lámpara encendida y totalmente desnuda.
Hicimos el amor como hacía años que no lo habíamos hecho y nos pasamos ese sábado en la cama como cuando empezamos a salir.
Paula pulsaba la lámpara cada vez que llegaba al orgasmo y parecía que flotase en el aire con el aumento de luces de colores. La magia de los mismos le entusiasmaban y ella se movía tan sensualmente que yo no podía decirle que no a nada.
Así pasaron los días y la actitud de Paula seguía igual. Cada vez que llegaba a casa me la encontraba en la cama acariciando la lámpara y esperándome desnuda con ganas de volver a la carga.
Habíamos dejado de discutir, de conversar, incluso de dormir; porque Paula sólo quería sexo y yo me encontraba perdidísimo. No sabía qué hacer.
Al principio no me atreví a preguntar a nadie el porqué de su entusiasmo y yo estaba alucinado ante el cambio de la actitud erótica de Paula, ya que llevábamos varios años sexualmente decaídos. Asimismo, decidí ir a visitar al viejo tendero y preguntarle por la dichosa lámpara, pero el primer día la tienda estaba cerrada.
Al día siguiente, volví a intentarlo a la salida del trabajo. Casualmente, el hombre estaba cerrando. Aparqué rápido para que me atendiera pero me dijo que le perdonase, que tenía prisa y que si quería devolver la lámpara ya no era posible. No admitía cambios ni devoluciones. Le insistí en que ese no era el motivo y que, por favor, tan sólo me atendiera un momento, pero se fue y me dejó con la palabra en la boca.
Igualmente, decidí esperar al sábado y volver a la tienda de lámparas poniéndole como excusa a Paula de ir a comprar el desayuno.
El tendero ya no pudo decirme que no y le pedí por favor que me dijera si esa lámpara había sido utilizada anteriormente o había sido devuelta por otra pareja treintañera. Todo era por no querer exponerle con claridad, me daba mucha vergüenza, lo que realmente estaba sucediendo.
Finalmente, me confesó enrojecido que la lámpara había sido devuelta previamente por tres parejas jóvenes que volvían a la tienda con caras cansadas y le ponían la excusa de que no pegaba con la decoración de la nueva casa que se habían comprado. También me preguntó por el nombre de mi novia pero yo no le di importancia.
Ese era el motivo de la rebaja. Él también quería quitársela de en medio.
Le di las gracias y salí de la tienda. Paula me estaba esperando para desayunar.
---
Confuso, volví a casa con el planteamiento de deshacerme de la dichosa lámpara.
Desayunamos y, antes de que Paula comenzase la fantasía sexual del sexto día de la semana, le pedí, por favor, que me diera cinco minutos para buscar una cosa en internet. Ella aceptó pero con la insistencia de que me diera prisa.
Así fue como descubrí, gracias a Google, que los cristales de la lámpara eran afrodisiacos y producían un enorme apetito sexual a las mujeres de 30 años que se llamaban Paula.
Y Paula lo sabía.
Es cierto que a los hombres nos gusta mucho el sexo pero lo poco gusta y lo mucho, cansa.
Después de aquel extraordinario día, llamé a mis padres y les invité a comer a casa para el sábado siguiente. Claramente, Paula se enfadó porque seguía sexualmente enfrascada.
Vía whatssap, convencí a mi padre con 20 euros para que, sin querer, tirase torpemente la dichosa lámpara al suelo y se rompiera de una vez por todas. Sin preguntar, así lo hizo. En ese mismo instante, Paula vociferó, cogió las maletas y se marchó de casa.
Ese día comimos los tres a solas.

Afortunadamente, no tuve que dar explicaciones porque la novia de mi hermano mayor también se llamaba Paula y mi padre no era la primera lámpara de colores que rompía.

Ejercicio de Creación literaria 1

ME ACUERDO 

  A mi abuela Anita

He vuelto a entrar en aquella habitación fría de la muñeca de porcelana. Hacía ya seis años que la cerré con llave aunque nunca le di del todo la vuelta. De súbito, han venido cientos de recuerdos a mi mente pero el más importante ha sido el de tu voz que sonaba frágil y dulce como una flauta. Luego fue el olor a leña que ascendía por la chimenea voraz que calentaba toda la casa. Y, después, el ruido de las gentes alrededor de la mesa hablando y discutiendo sobre cosas mundanas. Nos gustaba mucho hablar, sí. A ti más bien escuchar y dar buenos consejos. Pero lo que más nos gustaba era la paella de la tía Lola "feta amb galeretes" como decía el tío Pepe. He vuelto a jugar al escondite apretando fuertemente la muñeca del vestido azul y de piel de cerámica. He deseado fuertemente que vuelvas y seas tú quien abra la puerta para volver a mi infancia. Pero han pasado las horas y sigo aquí como si nada. Ahora llegarán los primos. El Ángel se ha casado y el Edu se ha distanciado desde que se divorciaron sus padres. Los tíos… No vendrán todos. Ha habido disputas desde que tú te fuiste y algunos tienen que trabajar en tiempos de crisis. Otros, sin embargo, se encuentran en cama sin poder salir por causa del cáncer. A la iaia y el iaio, los dos medio cojos, los he subido yo en nuestro nuevo coche y andan gritando a mi tía y a mi madre indicándole como deben poner la mesa ¡lo de siempre! No sé si habrá sido una locura volver aquí y abrir todas las puertas para celebrar de nuevo una Navidad todos juntos. Me ha costado Dios y ayuda conseguir que vengan. He telefoneado una veintena de veces a la tita María, he escrito a la Elena constantemente, e incluso he creado un grupo de whatssap ¡Ay, qué pensarías tú de las nuevas tecnologías! ¿Sabes? si hasta mi madre tiene un móvil de última generación… Pero volviendo a lo que iba, hoy no será lo mismo sin ti, porque nadie ocupará tu asiento ni nadie jugará con nosotros para poder escondernos en esta habitación. Aquí, en la oscuridad, te dejo; pero eso no quiere decir que te vaya a olvidar, abuela.