sábado, 18 de enero de 2014

MARÍA

María se había puesto el despertador para no llegar tarde y se levantó de la siesta de buen humor a pesar de haber dormido más de los 10 minutos recomendados.
De súbito, el primer whatssap del grupo. Era Mario. Se retrasaba 5 minutos.
No le dio importancia. Los de cortesía, se dijo para sí misma. Y siguió arreglándose.
Su grupo de amigos era grande y seguro que Manuel sería puntual.
Cuando fue a coger el bolso, comenzó a sonar el teléfono. Era Mónica la cual le preguntó si podía pasar a por ella. ¿Tienes casco?... Pues en cinco minutos en la esquina de los cupones.
Salió de casa cerrando con llave la puerta, hacía un mes que intentaron entrar a robar a casa de Miguel;  y esperando el ascensor, volvió a mirar la hora en el móvil. Iba bien de tiempo pero sonó otro whattssap. Su madre le preguntaba qué quería de cenar. Ella decidió responder más tarde.
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Llegando al portal se encontró con el vecino del quinto. Volvía de pasear a Brutus, un bulldog francés adorable al que no podía dejar de acariciar. ¡Qué pena que no fuera hembra para cruzarla con Gordo! Suspiró y se marchó sonriente.
Al ir a arrancar la moto se dio cuenta de que no tenía gasolina pero no pasaba nada. Eso lo solucionaba ella en un abrir y cerrar de ojos. Llamó a Mónica que, casualmente, vivía a dos minutos de la gasolinera y le dijo que se verían allí. Así, no la haría esperar.
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Se alegró mucho al ver a Moíño, el gasolinero. Siempre le ayudaba a echar la gasolina mientras ella le compensaba con un beso. De esta manera era como le agradecía enormemente no ensuciarse las manos de engrases.
Justo cuando acabó de pagar llegó Mónica y las dos se fueron.
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Al llegar al Bambú, todavía no había nadie. Como siempre, eran las primeras así que se acomodaron en los mejores sitios. Pronto llegarían los demás.
Mientras esperaban, se pusieron al día. Hacía un mes que María no veía a Mónica y a sus amigos por motivos de trabajo.
Poco a poco fueron llegando todos y comenzó la locura de cafés, infusiones y tartas.
María anotó en un papel toda la comanda, se levantó amablemente y le mostró al camarero la nota la cual entendió perfectamente y sin ningún fallo.
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La tarde transcurrió rápidamente, tanto que María se olvidó de responder a su madre y cuando fue a mirar la hora le había llamado ya tres veces.
Velozmente se levantó y salió fuera a responder la llamada. Su madre ya estaba enfadada así que decidió que ya no cenaba en casa. Seguro que Marta dice hoy de cenar fuera. Además, es jueves y hay 2X1 en Vips y Fridays.
Al terminar la conversación volvió a entrar en el Bambú y se encontró con que sus amigos habían hecho ya las cuentas.
Toda su parte de la mesa estaba llena de monedas que María tendría que contar y pagar al camarero.
De pronto, Martín salió fuera a fumar y todos le acompañaron. María pidió que no la dejaran sola y tan solo Manuel hizo que la escuchaba.
Sumó una, dos veces. Faltaba un euro cincuenta. Seguro que es Merche la que no ha pagado. Manuel asintió y salió fuera para recaudar el dinero.
Tarde. Ya se había marchado y como siempre, la tonta de María pagaría de más.
Terminaron de hacer cuentas y salieron fuera. Martín seguía fumando y el resto de amigos haciéndole la ola.
Así que María aprovechó para acercarse a Marta y preguntarle si le apetecía que cenaran juntas porque el resto del grupo andaba mal de pelas. Pero Marta había quedado con su nuevo novio el cual la iba a invitar a un sitio súper romántico y rechazó la invitación de María.
Igualmente le preguntó a Mónica si la llevaba a casa pero ella respondió que no. Miguel la acercaría a casa más tarde.
María cogió su casco, se subió a la moto y arrancó para guardarla en el garaje.
En dos minutos llegó a casa.
Las luces estaban apagadas. Su madre y Gordo ya dormían.
Encendió el portátil y escribió un correo a su jefe pidiéndole horas extras para la próxima plantilla del mes de febrero.
Cabizbaja suspiró, se puso el pijama y una vez más se acostó sin cenar.
Esa noche tampoco durmió. Le faltaba el calor de sentirse querida.