María se había puesto el despertador para no llegar
tarde y se levantó de la siesta de buen humor a pesar de haber dormido más de
los 10 minutos recomendados.
De súbito, el primer whatssap del grupo. Era Mario. Se retrasaba 5 minutos.
No le dio importancia. Los de cortesía, se dijo para sí misma. Y siguió arreglándose.
Su grupo de amigos era grande y seguro que Manuel sería puntual.
Su grupo de amigos era grande y seguro que Manuel sería puntual.
Cuando fue a coger el bolso, comenzó a sonar el
teléfono. Era Mónica la cual le preguntó si podía pasar a por ella. ¿Tienes casco?... Pues en cinco minutos en la esquina de los cupones.
Salió de casa cerrando con llave la puerta, hacía un
mes que intentaron entrar a robar a casa de Miguel; y esperando el
ascensor, volvió a mirar la hora en el móvil. Iba bien de tiempo pero sonó otro
whattssap. Su madre le preguntaba qué
quería de cenar. Ella decidió responder más tarde.
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Llegando al portal se encontró con el vecino del
quinto. Volvía de pasear a Brutus, un bulldog francés adorable al que no podía
dejar de acariciar. ¡Qué pena que no
fuera hembra para cruzarla con Gordo! Suspiró y se marchó sonriente.
Al ir a arrancar la moto se dio cuenta de que no
tenía gasolina pero no pasaba nada. Eso lo solucionaba ella en un abrir y
cerrar de ojos. Llamó a Mónica que, casualmente, vivía a dos minutos de la
gasolinera y le dijo que se verían allí. Así, no la haría esperar.
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Se alegró mucho al ver a Moíño, el gasolinero.
Siempre le ayudaba a echar la gasolina mientras ella le compensaba con un beso.
De esta manera era como le agradecía enormemente no ensuciarse las manos de
engrases.
Justo cuando acabó de pagar llegó Mónica y las dos
se fueron.
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Al llegar al Bambú, todavía no había nadie. Como
siempre, eran las primeras así que se acomodaron en los mejores sitios. Pronto llegarían los demás.
Mientras esperaban, se pusieron al día. Hacía un mes
que María no veía a Mónica y a sus amigos por motivos de trabajo.
Poco a poco fueron llegando todos y comenzó la
locura de cafés, infusiones y tartas.
María anotó en un papel toda la comanda, se levantó
amablemente y le mostró al camarero la nota la cual entendió perfectamente y
sin ningún fallo.
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La tarde transcurrió rápidamente, tanto que María se
olvidó de responder a su madre y cuando fue a mirar la hora le había llamado ya
tres veces.
Velozmente se levantó y salió fuera a responder la
llamada. Su madre ya estaba enfadada así que decidió que ya no cenaba en casa. Seguro que Marta dice hoy de cenar fuera.
Además, es jueves y hay 2X1 en Vips y Fridays.
Al terminar la conversación volvió a entrar en el
Bambú y se encontró con que sus amigos habían hecho ya las cuentas.
Toda su parte de la mesa estaba llena de monedas que
María tendría que contar y pagar al camarero.
De pronto, Martín salió fuera a fumar y todos le
acompañaron. María pidió que no la dejaran sola y tan solo Manuel hizo que la
escuchaba.
Sumó una, dos veces. Faltaba un euro cincuenta. Seguro que es Merche la que no ha pagado.
Manuel asintió y salió fuera para recaudar el dinero.
Tarde. Ya se había marchado y como siempre, la tonta de María pagaría de más.
Tarde. Ya se había marchado y como siempre, la tonta de María pagaría de más.
Terminaron de hacer cuentas y salieron fuera. Martín
seguía fumando y el resto de amigos haciéndole la ola.
Así que María aprovechó para acercarse a Marta y
preguntarle si le apetecía que cenaran juntas porque el resto del grupo andaba
mal de pelas. Pero Marta había quedado con su nuevo novio el cual la iba a
invitar a un sitio súper romántico y rechazó la invitación de María.
Igualmente le preguntó a Mónica si la llevaba a casa pero ella respondió que no. Miguel la acercaría a casa más tarde.
Igualmente le preguntó a Mónica si la llevaba a casa pero ella respondió que no. Miguel la acercaría a casa más tarde.
María cogió su casco, se subió a la moto y arrancó
para guardarla en el garaje.
En dos minutos llegó a casa.
Las luces estaban apagadas. Su madre y Gordo ya
dormían.
Encendió el portátil y escribió un correo a su jefe
pidiéndole horas extras para la próxima plantilla del mes de febrero.
Cabizbaja suspiró, se puso el pijama y una vez más
se acostó sin cenar.
Esa noche tampoco durmió. Le faltaba el calor de
sentirse querida.
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